Un cuento sobre … la Gratitud

julio 7, 2014

Erase una vez, doña Águeda, una maestra muy preparada intelectualmente y muy humanista, que siempre insistía a sus alumnos:

-No para la escuela, sino para la vida aprendes –y lo recalcaba hasta en latín-Non schola sed vita dicsis.

Además, inculcaba la necesidad de formarse en valores.

-Si el saber no ocupa lugar, los valores tampoco ocupan lugar.

Y era una maestra conquistadora. Embelesaba a sus alumnos, hasta que le cayó un garbanzo negro. Con él, lo intentó todo: buenos modales, diálogo personalizado, entrevista con los padres, consejos maternales, derivación al servicio de psicología y pedagogía, pedido de ayuda a un sacerdote y hasta súplicas…pero el garbanzo negro seguía siendo garbanzo negro.

La maestra creyó oportuno cambiar de técnica con el alumno que, la verdad sea dicha, no era malintencionado, sino muy vago, algo díscolo y un poco agrandado.

Doña Águeda acudió a privaciones de recreos, severas amonestaciones en público y a hacerle copiar hasta cien veces frases enteras como ésta: «El buen comportamiento me dignifica como persona. ¡Y paciencia, mucha paciencia!»

Por fin, al alumno se le pasó su mala racha, y las aguas volvieron a su cauce. La maestra también se serenó. El curso terminó con todos satisfechos. La despedida entre maestra y alumno fue emotiva. El jovencito pasó de grado y fue a estudiar a otro centro educativo.

Transcurrieron los años, y dona Águeda se jubiló con méritos acumulados.

Un día, en plena ciudad, sonó estrepitosamente el silbato de un policía.

-¡Señora, por favor! Dígame, ¿cómo cruza usted con el semáforo en rojo, poniendo en peligro su vida?

-Lo siento, agente, disculpe.

-Señora, usted se ha portado mal. Dígame, ¿cuál es su profesión?

-Soy maestra jubilada.

-¡Maestra jubilada e infringiendo las normas de tránsito!

-Disculpe, señor agente…

-Y, dígame, ¿qué ejemplo cívico está dando? ¿Qué enseñaba usted a los alumnos? ¿A ser vivos y a no respetar las normas?

-¡Por supuesto que no! –protestó enérgicamente la ex docente.

-¿Cómo voy a creerlo, si usted no las respeta? -argumentó con tono severo el policía.

-Señor agente, yo insistía a mis alumnos que…-Non schola sed vita dicsis –completó el ex alumno rebelde.

-¡Ah, con que eres tú, el trabajo que me diste…!

Y el policía con tono emocionado:

-Gracias, maestra, de todo corazón por lo que hizo por mí.

-¡Y ahora, todo un señor policía! ¡Gracias a Dios! ¡Estas son las pequeñas satisfacciones de nuestra profesión!

Y recordaron aquellos viejos tiempos. Y doña Águeda dando ejemplo de educación ciudadana:

-Señor agente, ¿me da permiso para retirarme?

-Claro que sí, señora, pero antes escriba usted cien veces con letra clara y sin faltas de ortografía: No cruzaré el semáforo en rojo.-Ah, pillín, pillín, -exclamaba doña Águeda mientras cumplía con esmero el castigo, en plena vereda, custodiada por la policía.

Moraleja

Es de bien nacidos, el ser agradecidos.

(de «Cuentos con valores», Mateo Bautista, SAN PABLO)

Por Sir tsinvari

 

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